“Product System Alert”

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Tenía mucho miedo. De hecho, aunque disfrutaba de las películas de catástrofes como una forma fácil de evadirse, las de incendios no las soportaba. Recordaba perfectamente como lloró de angustia cuando vio “El coloso en llamas” siendo sólo una niña con poco más de 7 años. El fuego era uno de sus grandes miedos.

Así que decidió que iba a hacer todo lo que estuviera en su mano para evitar que eso le ocurriera. Pensar que su casa pudiera salir ardiendo era una de las pesadillas más repetitivas y angustiosas que tenía desde que independizó al irse a estudiar a la capital y entró en aquel pequeño apartamento en el que la cama era el sofá y la encimera de la cocina hacía las veces de mesa de estudio.

Se acercó a una casa especializada en alarmas anti-incendios. “Allí tienen que tener seguro lo que me hace falta”. De hecho, había visto varios anuncios en televisión y recordaba el mensaje pegadizo que repetían en la radio por la mañana “si no quieres arder, ‘Product System Alert’ debes poner”. Hasta campañas patrocinadas por el ministerio recomendaban no olvidar la importancia de poner alarmas para prevenir los incendios.

Al llegar a la tienda, notó cierta resistencia en el dependiente a la hora de venderle el sistema, le decía que la alarma no era demasiado buena, que a veces podía activarse sin sentido. “No entiendo qué trabajo le costará darme lo que pido”, pensó. Iba decidida a poner la alarma. “Yo pago y la quiero”.

Esa misma noche la instaló. Qué sensación de paz y tranquilidad. Fue la primera vez que durmió tan profundamente desde hacía meses. La alarma era pequeña, casi no se veía y, lo que se alcanzaba a ver era hasta “chic”. Pero lo más importante, estaba directamente conectada con la central de bomberos de modo que, ante la mínima sospecha, se activaba su aviso y llegaban sin que ni siquiera ella tuviera que hacer nada. Si no estaba en casa, recibía un mensaje al móvil informándole de la incidencia.

Al cabo de una semana, sólo de una semana, supo hasta qué punto había acertado con esa decisión. Estaba atendiendo a Rosa, una clienta de esas que te exaspera con sólo aparecer por la puerta y, de repente, le vibró el móvil. Pensó que sería su chico, estaba buscando vuelos para una escapada romántica a Croacia y le iba a avisar con lo que encontrara. Al leer la pantalla le dio un vuelco el corazón “ALARMA ACTIVADA. PODRÍA HABER FUEGO EN SU VIVIENDA. ALERTADO SERVICIO DE BOMBEROS”. Dejó a Rosa con la palabra en la boca, algo que por otra parte deseaba hacer desde hacía años, y salió corriendo para casa. No recuerda haber visto semáforos y en el camino había no menos de catorce. Al llegar, respiró tranquila. Los bomberos estaban en la puerta del bloque y su actitud desvelaba que nada malo había ocurrido. “Tranquila señora (lo de que le llamaran señora era algo que la superaba, tenía 37 años pero se sentía toda una señorita, si por lo menos Carlos se decidiera a que tuvieran ya un hijo…) ha sido una falsa alarma, no ha pasado nada”. ¿Qué no ha pasado nada?, pensó ella. ¡Vaya susto me he llevado!. No he tenido un accidente de milagro. “El sistema es muy sensible, y se activa ante la mínima sospecha”, continuó el bombero, “mejor eso a que se inicie un fuego y no saberlo”. Esa noche le dio muchas vueltas al susto que había pasado, aun con un pellizco en el pecho y devorando una tarrina de helado de chocolate como ansiolítico de emergencia, pero las palabras del bombero retumbaban en su cabeza “mejor así a que se inicie un fuego y no saberlo”. Tiene toda la razón, se repitió hasta quedarse dormida.

Todo siguió bien durante algún tiempo. Hasta el viaje a Croacia. Su móvil no tenía allí datos por lo que no pudo recibir ningún mensaje. “Product System Alert” usaba una App propia, el ‘Fuagswapp’, para las notificaciones. Cuando terminaban el segundo plato en su primer almuerzo en el país recibió una llamada. Era el servicio de bomberos. Le pedían permiso para entrar en la casa. La alarma se había activado, estaban en la puerta y no podían entrar. No olían humo pero la alarma seguía activa y no podían estar seguros. “Entren, entren, hagan lo que sea necesario pero entren”. Los bomberos, hacha en mano, rompieron la puerta y entraron con presteza llevándose por delante el jarrón tailandés que le trajo una amiga cuando volvió de su loca escapada con un chico que conoció una semana antes en la misma agencia de viajes. La alarma se había activado porque ese día, pese a no haberse cumplido el cuarenta de mayo, ya se rozaban los 40º.

A su vuelta del viaje, la visión de la puerta rota y el jarrón hecho añicos le dolió especialmente. Esos destrozos, sabiendo que había sido una falsa alarma, no eran fáciles de llevar. Su novio, que hasta entonces se había mantenido al margen, le preguntó si realmente merecía la pena tener esa alarma. Desde que estaba instalada, no paraba de darles sustos. ¿Y si hay un incendio y lo perdemos todo?. Con esa pregunta dio por cerrada la discusión. Aunque no de forma indefinida…

El mes siguiente era el día de su aniversario y, lejos de gastar dinero (querían ahorrar para una nueva escapada) compraron una tabla de quesos, unas cervezas de importación y, tras degustarlos, de postre se saborearon mutuamente a la luz de las velas… Quedaron dormidos exhaustos de tanto amor. Era un sueño profundo, a lo lejos oyeron un crujido de madera que rápidamente quedó incorporado en las respectivas ensoñaciones, para ella el crujido del barco en el que viajaba al atardecer, para él acompañó sus pasos por la cabaña del bosque donde iba de niño con su padre los días de caza. Pero el plácido sueño quedó definitivamente interrumpido por un baño de espuma y polvo. Las velas activaron la alarma, los bomberos llegaron y tras entrar rompiendo la puerta por segunda vez con un crujido y golpe seco, no dudaron al ver en la noche un resplandor de llamas saliendo de la habitación y entraron a golpe de extintor.

La pareja, aún desnuda entre las sábanas revueltas, ahora bañados en polvo y espuma no salía de su asombro. Los bomberos se felicitaban unos a otros. “Si no llegamos a apagar esas velas podrían haber acabado en un gran incendio”.

Al día siguiente, cuando fueron juntos a la tienda para preguntar al vendedor si podía reajustarse la alarma para que saltara menos, éste fue bastante claro. La alarma es así y, desgraciadamente, no puede ajustarse. Por eso, él no le aconsejaba en su día comprarla. “Mire”, le dijo, “el otro día no me dio usted opción de explicarle. Se han hecho pruebas serias con esta alarma. Se ha comparado lo ocurrido en 1000 casas sin alarma y 1000 con alarma a lo largo de 10 años. En 8 casas de cada grupo, ha habido incendios graves. Es decir, no se ha logrado evitar ninguno”. “¿Cómo puede ser eso?”, le preguntaron. “Cuando un incendio importante se desencadena, aunque la alarma se active, la llegada de los bomberos no es con la antelación necesaria para controlarlo antes de que los daños sean importante… Pero además, de las casas con alarma, en 200 ha habido falsos avisos a los dueños con el lógico susto, en 37 se ha llegado a romper la puerta para entrar sin haber fuego y en 12 se ha llegado a bañar a los dueños en polvo y espuma aunque les cueste creerlo”. Ellos se miraron, claro que podían creerlo. Lo que no podían creer es que la alarma siguiera a la venta.

Dejaron allí la alarma y se fueron caminando…

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¿Y tú? ¿Pondrías una alarma como esa en tu casa que no sirve para prevenir lo que pretende prevenir?. Pues plantéate lo mismo con las pruebas diagnósticas médicas. En ese caso, los daños no serán en la puerta de la vivienda sino en tu propio cuerpo.

4 Respuestas to ““Product System Alert””


  1. 1 robertocandela 16 junio, 2016 a las 4:08 pm

    ¡Magnífico post! Lo comparto :)

  2. 3 Emilio Suarez Sanchez 19 junio, 2016 a las 12:43 pm

    Fernando, eres un fenómeno, explicas las cosas como ninguno y escribes muy bien. Felicidades y Chapeau .
    Emilio Suarez


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